lunes, 17 de junio de 2013

El ser humano es extraordinario

Hace un par de años, cuando la crisis ya soplaba fuerte y azotaba a gente con nombres y apellidos conocidos, el delegado de Cáritas de un pueblo de la Ribera navarra me explicó que la gente se entregaba más cuando más difícil estaban las cosas. Que su corazón se rompía al ver las largas colas de gente que pedía algo de comer, pero que volvía a latir gracias a la labor de gente anónima que hacía más llevadera la situación.

El ser humano es extraordinario. Sí, es cierto: estas palabras forman parte del lema comercial de una bebida isotónica y me las he apropiado de mala manera, pero no por ello es menos cierto. Hace un par de semanas iniciamos una campaña de recogida de material escolar para enviar este verano a Sierra Leona, concretamente a una aldea llamada Milla 91. Se siente un enorme vértigo –del bueno, del que empuja a creer– al ver la respuesta de amigos, allegados y hasta de desconocidos que confían en el proyecto y aportan lo que buenamente pueden. Cajas enormes, bolsas pequeñas, maletas, bolígrafos sueltos, lápices… granito a granito se ha creado una montaña de solidaridad que abruma, que le hace a uno sentirse diminuto por conocer a gente tan buena y entregada. Cientos de cuadernos de todos los tamaños y formas, un sinfín de rotuladores y ceras de colores, miles de folios, cartulinas, balones de fútbol – ¿hay algo más universal que liarse a patadas con una pelota?–. Y todo lo que me dejo por mencionar. Podríamos montar una papelería de primer orden con todo ello.

Las monjas del Colegio Mayor Santa Clara de Pamplona llevan allí más de tres décadas, manteniendo el tipo ante la sinrazón de una guerra de dieciocho años –desde 1991 hasta el 2009, cuando la ONU declaró el fin de las hostilidades en el país–. Y siempre con una sonrisa. Es posible que en alguna ocasión, en cuanto hemos ido a recoger una bolsita con témperas, o una cajita con plastilinas, no os hayamos agradecido lo suficiente vuestra colaboración. O que incluso hayamos acudido con ojeras profundas y caras largas. Pero eso se ha debido a que no ha pasado ni un solo día sin que alguien nos haya dado una caja llena de material, un estuche con cuatro lapiceros, o unas camisetas que guardaba en el fondo de su armario.

Por eso, estas líneas van dedicadas a todos vosotros: GRACIAS. De corazón y con mayúsculas.

"Heaven on Earth, we need it now. I'm sick of all of this, hanging around, sick of the sorrow, sick of the pain..."


jueves, 6 de junio de 2013

Dejar cosas para la Historia

“Hay que dejar cosas para la Historia”. Historia, con mayúscula. Casi nada. Eso es lo que esta misma tarde me ha dicho el director de cine Iñaki Arteta, al que he tenido la tremenda suerte de conocer. Después de haber presentado documentales como El infierno vasco o 13 entre mil –dedicados a dar voz a aquellos que han sufrido más de cerca los zarpazos de ETA–, Arteta está ahora volcado en un proyecto igual de ambicioso que los anteriores y que ya tiene nombre: 1980. Aquel fue el año en el que la sombra terrorista fue más oscura, cruel y alargada en España, con casi un centenar de asesinatos de la banda terrorista. No debe ser fácil abrir el periódico cada tres días y encontrarse el dolor de una familia desgarrada, viudas luciendo gafas de sol para que no se vieran sus lágrimas, hijos que no eran del todo conscientes del calvario que tenían por delante.

“Hay que ponerse a contar. A contar en el sentido aritmético y en el sentido narrativo. Hay que contar para recordar y hay que contar para comprender”. Pocos como el periodista Antonio Muñoz Molina saben resumir en tan pocas palabras la trascendencia que tiene el relato. Un relato incómodo que exige despertar la conciencia y abrir los ojos, algo que puede producir pasmo y temor a partes iguales.

Después de hablar con un tipo como Iñaki Arteta uno no puede sentir otra cosa que vértigo. Los periodistas tenemos la inmensa fortuna, obligación y cometido de tener en nuestras manos la posibilidad de dejar una huella –minúscula, diminuta– en la Historia. La gente nos abre sus entrañas, nos confía unas penas y alegrías que han rasgado sus vidas de arriba abajo, y nos encomiendan que hagamos algo grande de ello. Pocas cosas acongojan más. Y ante eso no se puede hacer otra cosa que pararse, respirar, ajustarse el macuto y emprender la marcha. Sin complejos.


“Una vez fui como tú eres ahora y sé que no es fácil, pero si mantienes la calma puedes encontrar lo que buscas. Tómate tu tiempo y piensa mucho. Piensa en todo lo que tienes. Por ti, estas cosas permanecerán mañana, pero puede que tus sueños ya no lo hagan”. Cat Stevens, Father and son.