Ibrahim Conteh es el jefe de producción de Radio Gbafth, en Mile 91 (G. Araluce). |
En la memoria de Ibrahim Conteh están grabados a fuego los gritos de los rebeldes del Frente Revolucionario Unido. Era 1994 y el corazón de Sierra Leona latía al ritmo de los disparos y los machetazos. “¡Salid de casa!”, les instaron los paramilitares. Ibrahim, de 16 años, su padre y un hermano de éste obedecieron las instrucciones. En su aldea, Mile 91, muchos habían pagado cara la osadía de contradecir una orden similar. Condujeron a los tres hasta una gran sala de un hospital abandonado, abarrotada por una multitud de hombres y niños de la misma villa.
“Os damos la oportunidad de unirnos a nuestras filas, de luchar contra el Gobierno corrupto”, les dijeron los rebeldes. Algunos les siguieron; otros, los menos, permanecieron sentados, a sabiendas de que aquello podía conducirles al paredón. Pero las tropas del ECOMOG –una fuerza internacional compuesta por soldados de varios países del África oriental y que, junto al Ejército sierraleonés, combatía a los rebeldes– avanzaban hacia su posición. Los paramilitares no encontraron tiempo para tomar represalias contra aquellos “desertores” que no les habían seguido y los abandonaron en el hospital desvencijado.
La violencia desplazó al menos a 2,5 millones de personas, dentro y fuera del país. Ibrahim Conteh no fue una de ellas. Él decidió permanecer en Mile 91, cuidando de su familia. Todos ellos sobrevivieron a la guerra, que concluyó en enero de 2002. Todavía con algunos conatos de enfrentamientos en regiones aisladas, el país podía celebrar la ansiada paz.
Familias rotas por la guerra
“Fue entonces cuando me pregunté qué podía aportar en este nuevo horizonte”, recuerda Ibrahim. “Me acerqué a Radio Gbafth –explica a El Confidencial–, una emisora comunitaria que durante el conflicto había lanzado mensajes de paz, y me ofrecí para trabajar como voluntario. Había mucho trabajo por delante: familias que habían quedado rotas y no sabían dónde estaban unos y otros. Recorríamos aldeas asoladas en busca de esa gente y emitíamos su nombre por la antena. Conseguimos reunir a muchas personas con sus seres queridos”.
Lo que probablemente Ibrahim no esperaba es que, debido a la labor que desempeñaba en Radio Gbafth, se viera en la obligación de ver a muchos de los hombres que, en su día, abandonaron Mile 91 para engrosar las filas de los rebeldes. “Muchos eran niños cuando fueron reclutados y sólo sabían matar para ganarse el sustento. El Gobierno impulsó un programa de paz y reconciliación con el que, a cambio de entregar las armas, los sublevados recibían formación y herramientas para desempeñar un oficio”, señala el periodista.
Dos niños de la aldea de Bo escuchan un programa sobre el ébola en la radio (G. Araluce). |
A pesar de la oferta, muchos de los rebeldes desconfiaban de las palabras del Gobierno, entonces presidido por Ahmad Tejan Kabbah. “Fue entonces cuando decidimos invitar al chamán de la aldea a uno de nuestros programas –relata Ibrahim–. Él también había sido uno de los sublevados y ejercía un gran poder sobre el pueblo. Se dirigió a ellos y les pidió que entregaran las armas”.
El efecto fue inmediato. En cuestión de semanas, cientos de rebeldes se aproximaron a Radio Gbafth para cumplir con el propósito señalado por el chamán. “La redacción se convirtió en uno de los puntos de entrega de armas más activos de la región”, afirma, con cierto orgullo, Ibrahim Conteh.
Un escenario con ciertos paralelismos
La mirada de Ibrahim cae en la desolación cuando escucha que, unas calles más allá, uno de sus vecinos ha enfermado de ébola. A sus 36 años, y ahora como jefe de producción de la radio –labor que compagina con su trabajo como profesor en la Benevolence School, de Mile 91–, considera que la situación que atraviesa el país guarda algunas similitudes con los tiempos de guerra.
“Al igual que entonces, es muy importante que mandemos mensajes de esperanza. Pero, lo más importante, es que expliquemos cómo prevenir el ébola. Cada vez emitimos menos en inglés y más en krio –un inglés africanizado que se habla en toda Sierra Leona–. Pero la manera más efectiva de transmitir un mensaje es, sin duda, con música”, asegura el periodista.
A medida que la crisis del ébola fue subyugando la conciencia colectiva del país, los músicos sintieron el impulso de contar, con sus canciones, la realidad del virus. “¡Tenemos que hacer algo!”, cuenta Alhaji Muckson Sesay, vocalista del grupo de rap Tenasus, en Mile 91. “La gente está entrando en pánico –prosigue el cantante–. Creen que la enfermedad no es real, que es un arma utilizada por gente mala. Nosotros debemos comunicar a todas esas personas que el ébola es real. Por eso estamos grabando una canción en la que contamos qué consejos se deben seguir para evitar contagios”.
Abdul Raka Kamara, cantante. (G.Araluce) |
“Es importante que transmitamos la verdadera dimensión de esta crisis”, añade Abdul Raka Kamara, conocido popularmente como Kat Ninja, desde su estudio de grabación de Freetown. Su estilo está enfocado hacia el reggae, “porque ese es el verdadero ritmo de África”. “En Sierra Leona arrastramos un grave déficit de educación y muchos son analfabetos. Por eso es tan importante la música, porque aprenden las letras de memoria y se quedan con el mensaje”.
Pero, sin duda, el artista que mueve masas en Sierra Leona es Emmerson Bockarie. A sus 36 años y afincado en Estados Unidos, su figura es venerada con el mismo fervor que la de Cristiano Ronaldo o Messi. Sus letras claman contra la corrupción política. Su canción Ébola se ha convertido en número uno en todo el país y se puede escuchar a todas horas a través de las ondas. “El ébola es real”, reza la letra, que también protesta por la gestión del Gobierno de Ernest Bai Koroma ante la crisis: “Unos se llevan el dinero y a nosotros nos piden que nos lavemos las manos”.
Según las cifras que maneja la ONU, Sierra Leona ha ocupado durante años el último puesto en la relación de países más pobres del mundo. En su radiografía, el organismo internacional sostiene que uno de los problemas acuciantes es la educación: aunque esta es obligatoria y gratuita en los niveles elementales, la falta de ingresos familiares lleva a muchos niños a compaginar sus estudios –o directamente a abandonarlos– por un trabajo pobremente remunerado. Además, según estimaciones del Fondo Monetario Internacional, la crisis del ébola obligará a Sierra Leona a recortar sus previsiones de crecimiento en un 3%.
Reportaje publicado en El Confidencial.